julio 26, 2008

El mercado

Qué alegría da ir al mercado. Comprar una bolsita de chía para el agua de limón. Unos rollitos de guayaba después de probar la nueva cocada con piña que acaban de sacar. Estrujar un tamarindo fresco, meter la mano en el contenedor del frijol dos de mayo, quebrar un chicharroncito de harina todavía sin freír, como los que nos vendían en la cooperativa del kinder.

Me compro una bolsa del mandado color verde, que yo quisiera llevar a todas partes para seguir cargando tesoros. Auxi se enamora de las piñatas y yo me pongo del lado del vendedor para convencerla de probar los pellizquitos con chile, los dulces de leche, los camotes, el ate de tejocote y el de membrillo.

Por mí, me iría ahora mismo a cocinar. A moler chiles con una licuadora Osterizer de una sola velocidad. A quitarle la pielecita a los tomates verdes que se pegan en los dedos. A asar jitomates, a pelar dientes de ajo y enjuagar un manojo gordo de cilantro bajo un chorro de agua fresca mientras oigo la Hora de la Secretaria en Radio Variedades.

Gracias por leerme, pero ya que andas en eso, escríbeme tu comentario...

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