diciembre 08, 2008

Algo que no me gusta del Teletón


Hay algo que no me gusta del Teletón.

Aún en el escenario pesimista, dando lugar a la mexicana sospecha de que la corrupción también se cuela en las causas nobles, reconozco que es mejor que haya una iniciativa como ésta a que no la haya.

También supongo que, con todo, el Teletón colabora a hacer visible una parte de la población que el resto del tiempo permanece oculta por los medios. Pero claro que hay algo negativo en el hecho de que nos acostumbremos a pensar en las personas discapacitadas un día al año, y sobre todo bajo la lupa excesiva de Televisa.

Sé que la exposición de los casos conmovedores es una estrategia de venta: que la gente se conduela tanto que no le quede otra alternativa que cooperar. Pero no alcanzo a saber si es legítima. ¿Se vale lucrar con la mala ventura aunque sea para ayudar?

Tampoco me gusta que el presidente se pare ahí a felicitar como si en el fondo una colecta nacional no se hiciera necesaria por la pésima administración del país. Al menos debería ir a hacer compromisos oficiales.

Peor aún, la gente ve con buenos ojos que los gobernadores y los alcaldes hagan donativos. ¡Eso se llama desvío: el dinero con que ellos cuentan tiene un presupuesto asignado, no son sus ahorros! ¿quién les dijo? Distinto sería que se comprometieran a hacer aportaciones trasparentes para las obras que el Teletón apoyara en sus estados.

Por último, ¿quién más se ayuda en los teletones? Las empresas, como empresas, no hacen nada que no les represente una ganancia, y menos en estos tiempos. Lo de los redondeos y todo eso, ¿alguien lo investigará? Y si encuentra algo ¿habrá forma de decirlo?

Sería el escándalo que nos faltaba.

¿Tú qué opinas?






diciembre 07, 2008

La prueba

No sé si en esta época todo el mundo se haga la prueba.

Aunque creo que es una inquietud general desde que comenzamos a tener relaciones sexuales, yo hacía algunos meses que sabía que tenía que hacerme el examen del VIH por una cuestión de conciencia, de edad, de sanidad, de congruencia, de todo.

Hace unos meses un urólogo que fui a ver en Francia por una infección que al final sólo existía en mi mente, acabó por darme el ultimátum. "Dépistage" le llaman allá. De todos modos debo decir que pasé mucho miedo. Un miedo surrealista que fue aumentando con los meses que dejé pasar sin ir al laboratorio.

Por un lado me auto tranquilizaba pensando que he sido cauteloso, que siempre creí saber con quién estaba. Por el otro, sabía que eso no borraba el riesgo. Y que no: uno
no sabe siempre con quién está.

Aferrado al argumento de que es mejor saber que no saber (que no sé si sea cierto, ese día simplemente lo adopté), finalmente una mañana de esta semana fui a que me tomaran sangre antes de irme al gimnasio. Después trascurrieron seis horas largas, difusas, acuosas, deformes en que trataba de prepararme mentalmente para las dos posibles respuestas... pero no lo conseguía.

Sin saber cómo, finalmente me vi con un sobre blanco en la mano, adentro del coche. Y sin parpadear, mis pobres ojos también atemorizados volaron sobre el mensaje y, gracias a Dios, dieron con la palabra: negativo. Dos veces. Negativo, negativo.


Naturalmente, el alivio es enorme, indescriptible. Lloras. De alegría, de reconocer abiertamente el miedo que sentiste. La prueba, a final de cuentas, es formadora. Además de la información vital que proporciona, nos hace concientes de un mundo de cosas que se pueden perder a cambio de muy poco. De pronto, saberse sanos vuelve a ser la cosa más importante.
La más importante.

No quiero olvidarlo.


¿Tú has pensado en hacértela?
Gracias por leerme, pero ya que andas en eso, escríbeme tu comentario...

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