junio 26, 2008

La jarrita con agua de papaya

Perdón, perdón que insista. Hablando sobre las aguas frescas mexicanas en una cenita improvisada con mi vecina la salvadoreña, me dio por acordarme de la jarrita de agua de papaya que mi muchacha -como decimos en México sin ningún remordimiento por el asomo de esclavismo-, me preparaba, nos preparaba para cuando volvíamos del trabajo en esas largas jornadas de entonces...

Era gordita, trasparente, con una tapita azul que había que girar para servirse. Ya tenía desprendido el remate del puente pues la había comprado en Gigante, muy barata. En ella, el espeso licuado de papaya sin azúcar, excelente para la digestión según mi libro sobre cómo combinar los alimentos, para prevenir úlceras por los sucesos que nos rodeaban, y para refrescar el calor sofocante que a veces traíamos cargando de las calles, lucía apetitoso, como un maná que reactivaba la confianza y la calma.

Pero los recuerdos son imágenes y las imágenes viven entrelazadas en el imaginario, no se pueden separar del resto de las imágenes. Y en ese lugar, la jarrita del agua de papaya pertenece a un universo más grande, del que emerge necesariamente.

Ese universo era el de la barra de la cocina con sus azulejos rojos. El de la licuadora que había que limpiar de cierta manera. El de los licuados de plátano y la eterna discusión sobre si debían llevar chocolate o no. Es decir, el universo de las meriendas. De los rituales nocturnos, de la presencia.

Años después, mi cuerpo revive íntegramente, aunque casi sin querer, la sensación de tomar esa jarrita entre las manos, de girar la tapa que siempre se iba de paso, de calcular el peso para servir y luego llevarme el tosco vaso de plástico lleno de agua de papaya a los labios. Pero al mismo tiempo, también sin querer, la sensación de saber que mientras tanto en la pieza de al lado alguien se untaba crema frente a la televisión y sonreía y se alegraba por mi presencia/ausencia, se activa.

No encuentro mejor ejemplo para insistir sobre lo que parecía eterno, y que no era más que un diminuto instante.


junio 20, 2008

Todo parece largo, es sólo un instante.


La defensa de mi tesis parece haber tenido un efecto detonador: después de ese día que terminé exhausto con una patinada intensa para relajarme, mi realidad bisontina ha comenzado a desmantelarse.

La primera en irse fue mi vecina Marilda, la brasileña. Le gustaba gritarme de una ventana a la otra para avisarme cuando la Facultad estaba tomada. Ya no la oiré con su voz brasileña, inevitablemente estentórea y azucarada, quejarse machacona de los franceses y sus manías en sus largas llamadas que muchas mañanas sazonaron el final de mis sueños.

Esta noche soy el único en el diminuto edificio del siglo no sé cuantos y siento raro. Nos acostumbramos hasta a lo que no nos hacía falta. A la compañía invisible de los que sabemos que están ahí. Como Marilda, siempre trabajando en su tesis.

Finalmente la partida de Marilda es un recordatorio de la mía y una prueba de que sí, cada momento, cada etapa son únicas. Con esto no quiero mistificar la rutina. En mi patinata de hoy me dí cuenta de que la repetición de actividades nos esconde el verdadero valor de los acontecimientos. La vecina brasileña es emblema de la bonita vida, tranquila, llena de esfuerzos para sobreponerme a una pena de amor, y por eso: dulce, mía, con mis rutinas inventadas y los seres que vinieron a comer conmigo, o que simplemente estaban ahí en su casa trabajando, que he llevado en Besancon.

El departamento de Marilda está vacío. Se fueron su colchón y su mesa blanca. En una semana este lugar también perderá su orden preciso y mi aroma, ese que percibo cuando vuelvo del gimnasio o de alguna tonta diligencia, se irá disipando poco a poco, como fue en las otras casas.

Todo parece largo, es sólo un instante.

junio 17, 2008

El globo se irá siempre

Es increíble cómo empieza a producirse algo en este intercambio de palabras. Gracias por sus respuestas, entre todos hacemos la síntesis, cada día, buscando la conclusión, la conclusión de la conclusión, la conclusión de la conclusión de la conclusión, en un voltear y voltear la sartén mientras vamos viviendo.

Anónima, desde Morelia (intuyo), nos escribió:

"Eso del amor, tan manoseado.... Dijeras tú, no sé dónde lo leí, pero así estaba escrito. Tan manoseado. Con tanta mala publicidad que tiene el amor en nuestra cultura: que si es para toda la vida, que si es una persona o varias, que si es intensísimo, apasionado, movedor, que si te completa y te hace inmensamente feliz.

Con la madurez, con los años, uno entiende que todas esas no son más que mentiras perpetuadoras del cuento de la cenicienta. Conocer a alguien especial, único para tí, que te salve de tu propia soledad, de tu miseria. Que te dé todo eso que tú no tienes (paz, dinero, belleza, alegría, encanto por la vida, intelecto...). Que le herede a tus hijos eso que tú eres incapaz de dar (amor por el deporte, talento musical, pestañas de ensueño).

Siempre a la par de este pensamiento del amor yo recuerdo la incapacidad que tenemos casi todos de ser fieles. No hay una sola persona que conozca que no tenga o haya tenido un "otro" permanente o, al menos, una edulcorada ilusión por alguien más. Porque nos parece imposible y espantoso que el amor deje de tener ese lustre de lo nuevecito. Yo creo que el amor es otra cosa. Amar es como elegir de entre muchos a un compañero de viaje que está contigo sólo porque quiere. ¿Que puede bajarse del tren? Sí.

Nada es para siempre. Y entenderlo así entristece al principio pero también relaja. El amor de pareja no es lo más importante de la vida. No da felicidad. No resuelve problemas. Colgarle tantos santitos es firmar una carta de perpetua decepción. Son falsos los "ella o él sería incapaz de", "me amará para siempre", "somos el uno para el otro". Pero eso no significa que el amor no exista. Significa que estamos hablando de otra cosa, de químicos cerebrales, de codependencia eterna.

El globo se irá volando siempre. Sea porque nos deje, porque deje de amarnos, porque muera a los 100 años. El globo se va. Porque no es nuestro, no nos pertenece. Sólo lo topamos de momento. Prestado por el aire... Si el globo se va son las expectativas las que lloran.Son los hábitos los que extrañan. Son los sueños los que se desvanecen. ¿Por qué no podremos decir simplemente "suerte" y seguir con NUESTRA propia vida? Porque la mayoría de las veces no la tenemos, ni vida ni sentido fuera del otro. He ahí la verdadera tragedia del amor..."



Encontré la foto en http://dynamokiev.blogspot.com/

junio 12, 2008

Aish, enamorarse...

Me escribe María del Rocío Padilla de la colonia Agonía esperanzadora: Hola, René, ¿tú sabes lo que es el amor?

¡Aish! (como dice Fabiola Larios) ¡Sabrá Dios! (siendo que ella es atea).

Yo creo que no es exagerado decir que el amor uno lo siente como un deber, como algo que nos falta, porque los medios de comunicación no hablan de otra cosa, y la gente por consiguiente no habla de otra cosa, y entonces se crea una especie de obsesión que parece natural.

Pero a ver... ¿cuántos de los que por fuera parece que han encontrado el amor, a solas piensan realmente lo mismo? ¿cuántos se sienten decepcionados y ya están buscando la forma de recomenzar la búsqueda incansable o cuántos ya se resignaron y lo que hacen es evadirse por medio de otras obsesiones que también promueven los medios de comunicación...?

Y los que sí parecen haberlo encontrado, ¿se parece su idea del amor a la que puede tener el de al lado?

¿Existe realmente el amor o simplemente hay razones prácticas para no querer quedarse solo?

En todo caso, yo no puedo responder porque nunca he sido buen cliente del amor. Haciendo cuentas, el amor (o eso con lo que lo identifico) lleva diez años haciéndome al vida de cuadritos. ¡Cómo voy a querer enamorarme! Siempre ese empezar bonito que acaba en ¿a qué hora se me soltó el globo y se fue volando? y luego no tener con qué curarse la torticolis psicológica de tanto ver cómo el globito se va alejando...

Ahora, como le contaba a unas comadres el otro día a la salida del mercado, ¿y si en realidad es cuestión de enfoques? Hay gente que no me ha dicho que me amaba y con la que he sido más feliz. ¿Y si el amor no depende de encontrar a quién sabe quién para hacer quién sabe qué y que los demás vean quién sabe qué, y es más bien la decisión firme de que quien esté con nosotros no nos haga la vida pesada?

Y a la mejor eso representa menos pasión, más serenidad. Menos exhaltación, más rutina. Menos proximidad, más compañía. Menos admiración desmedida pero también menos miedo a que el globo se vaya volando. Opinen porfa para contestarle a María del Rocío...




No se puede planear una mojada

Sin saberlo, llevaba años esperando el momento. Hoy en cuanto me dieron la carta de recomendación (uno de los requisitos para pedir la beca de doctorado que quiero hacer) corrí a ponerme los patines. Una enorme tormenta se fraguaba encima de los cerros densos de vegetación, pero creí que tendría tiempo de mi recorrido habitual por el borde del río.

En esta temporada del año Besancon se parece a Uruapan en eso. Las mañanas pueden ser soleadas pero a partir de la tarde el cielo comienza a ennegrecerse, el viento se violenta y de repente ya está lloviendo a cántaros como diríamos nosotros, a cuerdas como dicen los franceses.

Pues así fue hoy. Justo a medio recorrido, cuando ya me acercaba al segundo puente que marca los límites de Besancon, la tormenta que yo creía detrás de mí, me salió de frente, claro, yo había rodeado la colina. Pronto sentí las primeras gotas, pero cuando ya cruzaba el puente para venir de regreso, la lluvia me cayó como un cubetazo...

El río, crecido por las últimas lluvias, corría con velocidad como huyendo también. Pocos minutos bastaron para darme cuenta de que más me valía disfutar la empapada y empezar a gritar quejumbres sin parar de deslizarme. El suelo, además se había hecho más resbaloso así que cualquier intento por pararme estaba de más. ¡Cómo me reí, jajajaja! ¡Parecía avecilla despavorida, pájaro patinador motorizado, Nostradamus en patines en esa escena donde va corriendo con su ataudcito bajo el brazo!

- ¡Ay, de veras, se me van a encoger los patines, tan caros, de veras!

Los camioneros que pasaban al borde de la carretera me pitaban muertos de la risa, un niño que se me atravesó en su bicicleta lanzó un grito despavorido, que yo contesté con otro, sintiendo cómo el aire, y las cuerdas de lluvia, nos empujaba a los dos...

- ¡De veras, de veras...!

Y ya entrando en las curvas que están abajo de la imponente Citadelle, es decir, acercándome a mi casa, comprendí que hacía por lo menos diecitantos años que no me mojaba bajo la lluvia. Es más, que nunca había patinado bajo la lluvia: creí que eran dos cosas que no se llevaban. Agradecí profundamente al azar por una cosa así, porque, efectivamente, una mojada de este tipo no se puede planear. ¡Hasta rica me sabía la lluvia que escurría de mi cabeza y se me metía entre los labios...!



junio 06, 2008

Xenofobia in the city

Sex in the city. Como para millones de personas en el planeta, más que una película, fue reencontrarse con viejos conocidos. Las relaciones con personajes ficticios (literarios, televisivos) nos gustan porque no existe la posibilidad de que nos traicionen, me dijo la psicóloga a los quince años.

Efectivamente. Debo confesar que en la víspera de depresiones importantes, Carrie y sus amigas (¿o debo decir los guionistas?) resultaban un antídoto barato para entender que en la vida lo más importante es estar siempre contento, rodearse de gente que se alegra de verte y que te alegra a su vez, darse a sí mismo buenos momentos.

Sabía que algo de esa repetida consigna volvería a escuchar, por eso fui al cine.

Lo malo es que los millones de personas que fueron por eso y otras razones, también van a recibir la referencia a México como un país digno de desconfianza, que materializa la reprimida Charlotte. La anécdota no se limita a las fobias del personaje, sino que el guionista la realiza completamente: termina dándole diarrea por beber un poco del agua de la regadera.

¡Jum! ¿Me duele porque sé que hay algo de verdad? ¿o por chauvinismo, porque no es lo mismo que nosotros nos ríamos de lo insalubre de nuestros puestos de tacos que se disputan la calle con los microbuses más contaminantes, a que lo hagan los otros? ¡y menos los gringos!

¿Acaso no nos burlamos nosotros de ellos cada vez que podemos? Pero, ahora que lo pienso, ¿en alguna película decimos algo como esto?
- ¿Te vas a comer eso?...
- Sí... ¿por?
- ¡Estás en Estados Unidos!
- ¿Y?
- ¡Pues imagínate la cantidad de aditivos cancerígenos, grasas modificadas y saborizantes artificiales que tiene ese helado y que tu cuerpo nunca va a poder sintetizar...!

No, aunque habemos quienes lo pensamos.

En todo caso, la referencia de México como país cochino está por demás. Las viejas están instaladas en un hotel de chocomil estrellas (me imagino que en los Cabos) de esos que muchos mexicanos no conocen más que para entrar a limpiar los cuartos. Tampoco es que se estén tomando un licuado de mamey paradas en una esquina de la colonia Roma. El chiste ni cuaja, está metido a fuerzas.

¿O... simplemente me duele por lo que ya sé? Porque nadie se va a quejar. Porque nosotros somos los primeros que nos vamos a reír de la referencia cargada de desprecio. Porque a México todos lo toman de guasa porque nosotros mismos se los hemos enseñado. Imposible no leer este pasajillo desde la perspectiva de la xenofobia en aumento que domina el planeta.


Nota: la fotografía pertenece a HBO / Metropolitan Filmexport

Llorar o hacer la tesis...

Ya acabé mi tesis de maestría en Semiótica y Comunicación, lo cual todavía no me hace un maestro en nada pero sí demuestra el interés que tiene el asunto de la interpretadera de imágenes para mí. Releí mis conclusiones y me gustan: son modestas, bien medidas y creo que por eso, fiables. En pocas palabras digo que mi trabajo es sólo una entrada al tema de la interpretación sensible de las imágenes, pero que aún así es innovadora. Hasta Barthes le dio la vuelta yéndose por otro lado.

Hacía varios días que ya había acabado, pero no estaba satisfecho. Llamé a mi mamá, le di instucciones de una precisión apabullante (de esas cosas excéntricas que me hacen tener fama de energúmeno del orden): en el cajón tal del mueble tal, hay una carpeta negra, luego una roja, luego una blanca, y en la de abajo, al final del trabajo escrito a máquina hay varios anuncios de revista. Por favor saca el que dice "hay dos cosas que una mujer no puede evitar: llorar y comprar zapatos...", y que mis hermanos me lo escaneen, urgente porfis.

Varias noches roí el anuncio. Traté de entrarle por el color, por el ritmo, por el contraste, por la sensaciones que despierta, por los lugares comunes. No daba con la esencia. ¡Era como que mis ochenta páginas no dijeran nada, los conceptos, todos los libros que tuve que leer pa' nada servían! Mi análisis lo podía hacer caulquier niño de primaria (lo cual es cierto, pero justamente yo tenía que recobrar esa capacidad sensible que estoy denunciando)...

Finalmente, una carta del mexicanísimo juego de la Lotería me ayudó. ¡La sirena!

¡Lotería: si el anuncio de Palacio de Hierro no resulta asfixiante para el lector (todo lo contrario), es porque el personaje está dotado de varias personalidades, entre otras la de la diva cantante... Y... ¿qué es una Sirena, sino una cantante que desde el fondo marino canta para atraer sus víctimas masculinas...? ¡Por efecto de un arquetipo el cuerpo neutraliza cualquier reacción de rechazo o angustia!

Mi síntesis en francés fue más bonita, aquí se las dejo para los que quieran leerla.


La caractérisation du personnage (femme-diva-sirène-victime-princesse)
tel que le montre notre synthèse sensible, intéresse l’émetteur dans le sens d’investir le nom du magazine de toutes ces connotations.

Le moment de l’expérience promis se centre ainsi sur une promesse d’identification pleine entre la femme, avec ses qualités mondaines et mythologiques mais avec son côté ombreux-tragique aussi, et le magasin El Palacio de Hierro, centre où ce type de femme se donne rendez-vous sans crainte : tant pour pleurer que pour acheter des chaussures.



Nota: el famoso anuncio obviamente es de Ana María Olabuenaga, una verdadera maga que hace confluir muchísimos elementos con una gran economía visual.


junio 01, 2008

No, la vida no es esto

Hablo por teléfono con mi mamá. La mitad de la llamada se nos va en argüir cómo hacer para que los desgraciados del banco (BBVA) nos den la información completa del historial de mi fallida tarjeta de crédito y que dejen de enviar a mi papá de la ventanilla al teléfono y del teléfono a la ventanilla con licenciaduchos de dudosa procedencia, de esos que hay en México para todo, y no seguir pagando a ciegas sólo por evitar sus llamadas cansinas...

Y si en México los bancos están llenos de licenciaduchos, en Francia los bancos son cosa que inspira más bien ternura a causa de tanta inoperancia y atraso (prometo un día darme vuelo relatando mis terribles capítulos con los bancos que ya los quisieran en el Lágrimas y risas). Por ahora sólo relato que me espera sobre la mesita un estado de cuenta con movimientos que tengo que pedir que me aclaren.

También tengo que ir a la tesorería a que me expliquen la requisición de impuestos que no entiendo.

Por mail, mi papá me pide que le aclare cuentas de cuando vinieron a Europa porque él no tomó nota de nada.

El casero me recuerda que tengo que apuntarle en un papelito lo que marque el registro del agua.

Tengo que organizar mi partida. Pagar aquí y allá. Vender esto y aquello.

Fijarme bien para cancelar el servicio de internet y televisión, y que los desgraciados no me cobren de más, encima de que padecí un año y medio su tecnología estupidísima.

Pero no, no me van a convencer. ¡La vida no es esto! me digo, y agarro mis patines y me voy a patinar todo lo largo del río que bordea la ciudad de Besancon. La vida no es esto, no es esto...


Gracias por leerme, pero ya que andas en eso, escríbeme tu comentario...

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