septiembre 07, 2008

Estrategia uno: la aceptación

El proceso de reconquista de mi cuerpo y de mi alimentación que he iniciado y que no he dado por terminado, me conduce de forma lógica a interesarme por un saneamiento interno, en el que quiero erradicar formas de pensamiento que me afectan, que me resultan contaminantes.

Esto significa aceptar íntegramente, por primera vez en la vida, que soy dueño de mi tiempo, de mis pensamientos, de mis acciones. Que uno a uno están hilbanados y el cabo de la urdimbre actual es el estado en que me encuentro hoy.

Para que esta reflexión no sea un auto reclamo más tengo que matar un poco el pasado, convencerme de lo que es cierto: el pasado no existe. Por más pruebas que haya yo acumulado de ese estado anterior de las cosas, el pasado nunca tuvo existencia objetiva, es sólo una forma más de mi pensamiento y por ello es justo pedir que no actúe en mi contra.

A pesar de que parezca complicado lo que digo, estoy viendo las cosas más simples. Me estorba, por ejemplo, conceder atención a constantes situaciones dañinas con personas que forman parte de mi familia. Las situaciones no parten de una voluntad de hacer daño, evidentemente. Resultan dañinas para mí por la diferencia de pensamientos, criterios y principios que puestos en práctica maltratan a seres que quiero, yo incluido.

¿Qué se puede hacer? Esta meditación de mañana de domingo me lleva por todos lados. A pensar que problemas son los de la gente que está en las esquinas con una lona esperando a que les den un trabajo de plomería para ganar un poco de dinero. A concluir que sobredimensiono estos cotilleos familiares. Pero en el fondo ninguna solución aparece.

La aceptación... Sí, la aceptación pero como estrategia integral. No retórica, no de dientes para afuera.

¡Chin! Es un trabajote, ¿no?

La aceptación... Me doy cuenta de que siempre la he esperado, promovido, solicitado, creyendo que por defenderla la practicaba mucho.
No es la aceptación chafa de decir pues la gente es así, ni modo, subirla a un patín y no interesarme más. ¡Qué fácil sería! En cambio, aceptar, me parece, significa mucho más explorar mis propias razones para reaccionar ante lo distinto, sabiendo que eso ya es así y que no me compete cambiarlo. Todo lo contrario a comerse el coco queriendo cambiar lo distinto y así poder mantener cómodamente mis reacciones dolosas. Me da gusto estar en capacidad de observar todo esto. Finalmente es buscar separar mi estado interior de los accidentes de las relaciones, protegiendo mi capital esencial que es lo único que debo defender.
Gracias por leerme, pero ya que andas en eso, escríbeme tu comentario...

Archivo del blog

Contacto

reneasdrubal@hotmail.com