agosto 28, 2008

Comer en síntesis

Una dieta disciplinaria me está reenseñando la función de la comida, que es la de nutrir y dar placer, pero sólo en ese orden, y ninguna de las dos tiene que ver con el hartazgo, con el comer hasta que el cuerpo rechaza ya otro bocado.

Siempre había sospechado que mi relación con la comida tenía algo de enfermizo. Comía con los ojos. El placer estaba en ver lo que me iba a comer, cuanto más abundante mejor. Después simplemente engullía guiado únicamente por el volumen, sin degustar, sin elegir, sin medir, sin pensar en qué hora del día estoy y de qué forma voy a aprovechar los alimentos.

Son preguntas que no nos hacemos nunca, pero finalmente el acto fundamental de comer es para darle sustento a nuestro cuerpo.

Al mismo tiempo, sabemos que comer es el derecho más elemental de todo ser humano, que toda nuestra existencia se basa en un principio fisiológico. Lo primero que nos preocupa de la gente que queremos es que puedan comer, también debería preocuparnos a nivel planetario. Lo manifestamos en crisis cuando alguien se queda sin dinero pero también en bonanza cuando tratamos de agradarlos con comida.

Pero en todos los casos, relacionamos los volúmenes con el gusto. El cuerpo también aprende a satisfacerse por la vista de algo gordo y sobrado, y a prefereir un pastel que le dará sustento en exceso, pero que al menos no lo dejará pasar hambre, a una zanahoria cuyas enzimas le harán bien a nivel celular pero que no le dará mucha energía.

Retomar mi cuerpo, recapitanearlo también significa agudizar este tipo de cuestiones sin satanizar nada. Finalmente la función de un postre (y la delicia de prepararlo) no es la misma que la que cumple un pedazo de carne un día de mucha actividad muscular. Una verdadera síntesis debe hermanar ambos principios.

La reconquista del cuerpo

Desde hace algunos años, pero especialmente en los últimos meses un fuerte deseo por hacer ejercicio me ha llevado por gimnasios, calles, bordes de río y piscinas a buscar un poco de alivio corporal ya sea levantando pesas, trotando, o patinando bajo tormentas torrenciales.

Lo confundía con un deseo por adelgazar, por verme bien, por seguir la obsesión colectiva por el ejercicio que sólo es respuesta de la misma talla a la obsesión por la comida.

Llevo tres semanas de ejercicio diario. Dos días de natación y tres de pesas. Pero me doy cuenta de que este deseo incontenible por ejercitarme es una especie de reconquista instintiva de mi cuerpo, como si hubiera estado alejado de él, o fuera de él, privado de sus capacidades.

Sucesos que no sé relatar ahora, huellas culturales, la prisa, censuras y autocensuras nos van orillando a habitar sólo un rinconcito de nuestro cuerpo, a dejar muchas habitaciones funcionales y cálidas sin aprovechar. Yo no quiero hacer la cuenta de esos hechos, sólo quiero habitar todo mi cuerpo.

Sin darme cuenta, las clases de teatro y canto forman parte de esta reconquista. De este fortalecimiento necesario. De esta síntesis desde adentro que yo trato de relatar aquí pero que lo hago muy mal.

Naturalmente la autocensura se me pone por un lado siempre, como un demonio pertinaz. Para bien o para mal ya tengo algo que responderle cada vez que comienza a reírse o a menospreciar mis esfuerzos: ya muchas veces en el pasado le hice caso, cada vez que abandoné un proyecto, una actividad, una disciplina que hoy podría estar dando frutos, cada vez que desconfié del trabajo a largo plazo que mi cuerpo con todas sus capacidades podía desarrollar. No más autobloqueo.

Cambiar de vida

aNo lo dije en voz alta, en parte por temor a que nadie lo escuchara, en parte porque en el fondo a nadie tiene porqué interesarle, y en parte porque sólo me atañe a mí y en ello radica su veracidad, pero pensé que tengo dos meses para cambiar mi vida.

Bueno, se oye como fórmula de película de dos horas, de formato de programa de televisión que realiza cambios de imagen como respuesta a todos los conflictos habidos y por haber.

Lo mío es más simple y quizá la expresión no es correcta. No quiero cambiar mi vida. Mi vida ha sido y es buena tal y como es, aunque todos los días me pregunte al rasurarme porqué tengo estas entradas tan feas y porqué me siento el patito feo de la familia en todas las reuniones, sin derecho a hablar de las cosas que me emocionan.

Objetivamente mi vida ha sido fácil comparada con la de miles de personas desconocidas que cruzo todos los días en estas calles gualajarenses, y también comparada con la vida de personas cercanas, entrañables, que he amado. Pero por fácil me he esforzado poco para lograr las cosas, y por eso mis satisfacciones hasta hoy han sido medianas.

Sólo quiero modificar la forma en que vivo mi vida que ya es buena. Ésa es la búsqueda y ésa es la síntesis, insisto: sencilla, a la que aspiro. Por primera vez en la vida, comprendo cabalmente que no tengo otra misión más importante. Es más, no tengo otra misión.

agosto 12, 2008

Aguas con el sinsentido


El sinsentido me atrapó por varios días. Lo llamamos depresión por una cuestión instrumental, para poder nombrarlo, sin embargo me parece que el sinsentido es algo más que un estado depresivo porque cuando nos atrapa simplemente perdemos todos los referentes: como nuestro estado ni siquiera nos provoca tristeza o dolor, no hay algo que nos permita ver que no estamos viviendo normalmente.

Vivir normalmente. Cuando digo esto pienso en esas aspiraciones necesarias que todos tenemos, o nos creamos, para darle una orientación a nuestros quehaceres, algo por lo que nos levantamos, algo por lo que esperamos tal día, el siguiente mes, el fin de año; paliativos que animan y encausan nuestros pensamientos y nuestras acciones, y sin los cuales, sencillamente, no podemos seguir.

Cuando digo vivir normalmente también pienso en un servirse benéficamente de la memoria. Una carga de recuerdos estimulantes que nos inspiran en el presente, no que nos frenan o nos lastiman con esa sensación de que todo lo que hemos hecho ha estado mal, de que en todo nos equivocamos. No es una cuestión lógica, repito, es una sensación, como una punzada constante.

Nos dormirmos tratando de pensar cuándo fue la última vez que nos sentimos felices. Nos despertamos con una oración: tal miedo nos da abrir los ojos. Otra vez lunes, y otra vez martes. No sabemos -¡de verdad no sabemos!- qué hacer de eso que el sol indica que es un nuevo día.

agosto 04, 2008

Andar con alguien

Yo no ando con nadie, y es por decisión propia.

Me he topado gente que se ha sentido defraudada por esta afirmación. Otros se han enojado. Otros no me han creído, se ríen y dicen que en cuanto llego a mi cuarto y me encuentro solo empieza el rechinadero de dientes.

Lo que pasa es que no saben lo que me ha costado llegar a este punto. Alcanzar esta serenidad. Reconocerla. Re-imaginarla, concebirla. Sí, cuesta mucho después de una ruptura distinguir la necesidad de ponerse uno de su propio lado, no en contra. Yo no voy a recapitular aquí todo lo que cuesta poder decir lo que estoy diciendo, pero sé que hay gente que me entiende perfectamente.

No es en menosprecio de los que se acercan y se dicen aptos para iniciar algo con uno. Tampoco digo que nunca más me apetecerá compartir una idea de vida común. Por el momento no veo la necesidad de hacer nada en conjunto con nadie y eso me parece bueno: he dejado de pensar que debo estar con alguien y simplemente es una hermosa posibilidad más en la vida.

No saben qué alivio me produce.


Gracias por leerme, pero ya que andas en eso, escríbeme tu comentario...

Archivo del blog

Contacto

reneasdrubal@hotmail.com