mayo 30, 2008

Arañas y recuerdos por los rincones

Creo que alguna vez leí, o quizá inventé que lo leí para sonar más convincente en alguna conversación, que las personas que tienen fobia a algo, inconcientemente están buscando todo el tiempo el objeto de su fobia.

Hasta la adolescencia le tuve un miedo irracional a las arañas. La imagen de sus telas colgado en algún rincón del jardín me tuvo alejado de ese territorio toda la infancia y ya en la edad adulta creo que me dejó la costumbre de esperar siempre a que alguien pase primero para ir yo detrás.

Si entraba al baño siempre había una araña güera esperándome detrás de la puerta, con sus enormes patas rectas abiertas en split, sus dientes de morsa diminuta y su peluda piel atigrada como cobija barata. Donde quiera que saliera una araña, era yo quien la encontraba.

Una vez (esto no me lo inventé aunque suene a relato de mi prima la Yoyita, quien jura haber visto al Chupacabras colgado de su ventana), trabajando en la computadora en casa de mis papás, una extraña fuerza me atraía hacia el closet cerrado. Aunque no era el mejor momento , no pude más con esa sensación y me levanté y me puse a ordenarlo. Debajo de los endurecidos trapos de cocina y toneladas de sábanas, en el último recoveco, había una lustrosa viuda negra. Entonces comprendí el poder del inconciente.

A mi mamá le pasa algo parecido con las cucarachas.

A mi hermano, con la gente adinerada.

Enfin, a mi ahora me pasa con los recuerdos. Les tengo fobia, pero los encuentro por todas partes, como si en el fondo los estuviera buscando.









2 comentarios:

Unknown dijo...

ayyy mamá! a mi me pasó, me sigue pasando y creo que me pasará con las méndigas lagartijas, iguanas y toda su parentela que se relacione...y tengo la suerte de estar en alguna playa(el lugar paradisiaco para mi) comiendo mi fruta fresca cuando de pronto una iguanota gorda esta clavando su mirada en mi plato! yo quede como Perseo después de ver a la Medusa..que espanto.

Pensamiento Complejo dijo...

Siempre he pensado (y dicho, frente a los rostros de incredulidad de algunos) que las arañas avisan.

Una noche de aquellas de cortinas todavía rosas, una araña me susurró su presencia entre mis cobijas. Nunca había ahí arañas tan patilargas, nunca me levantaba yo una vez que me había acurrucado. Pues esa vez me incorporé, prendí la luz y la ví ahí, como si esperara que la matara, o que la viera tan solo.

Está de más decir que no la maté, me sorprendió su forma susurrante de comunicarse.

Gracias por leerme, pero ya que andas en eso, escríbeme tu comentario...

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