agosto 28, 2008

La reconquista del cuerpo

Desde hace algunos años, pero especialmente en los últimos meses un fuerte deseo por hacer ejercicio me ha llevado por gimnasios, calles, bordes de río y piscinas a buscar un poco de alivio corporal ya sea levantando pesas, trotando, o patinando bajo tormentas torrenciales.

Lo confundía con un deseo por adelgazar, por verme bien, por seguir la obsesión colectiva por el ejercicio que sólo es respuesta de la misma talla a la obsesión por la comida.

Llevo tres semanas de ejercicio diario. Dos días de natación y tres de pesas. Pero me doy cuenta de que este deseo incontenible por ejercitarme es una especie de reconquista instintiva de mi cuerpo, como si hubiera estado alejado de él, o fuera de él, privado de sus capacidades.

Sucesos que no sé relatar ahora, huellas culturales, la prisa, censuras y autocensuras nos van orillando a habitar sólo un rinconcito de nuestro cuerpo, a dejar muchas habitaciones funcionales y cálidas sin aprovechar. Yo no quiero hacer la cuenta de esos hechos, sólo quiero habitar todo mi cuerpo.

Sin darme cuenta, las clases de teatro y canto forman parte de esta reconquista. De este fortalecimiento necesario. De esta síntesis desde adentro que yo trato de relatar aquí pero que lo hago muy mal.

Naturalmente la autocensura se me pone por un lado siempre, como un demonio pertinaz. Para bien o para mal ya tengo algo que responderle cada vez que comienza a reírse o a menospreciar mis esfuerzos: ya muchas veces en el pasado le hice caso, cada vez que abandoné un proyecto, una actividad, una disciplina que hoy podría estar dando frutos, cada vez que desconfié del trabajo a largo plazo que mi cuerpo con todas sus capacidades podía desarrollar. No más autobloqueo.

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