
El sinsentido me atrapó por varios días. Lo llamamos depresión por una cuestión instrumental, para poder nombrarlo, sin embargo me parece que el sinsentido es algo más que un estado depresivo porque cuando nos atrapa simplemente perdemos todos los referentes: como nuestro estado ni siquiera nos provoca tristeza o dolor, no hay algo que nos permita ver que no estamos viviendo normalmente.
Vivir normalmente. Cuando digo esto pienso en esas aspiraciones necesarias que todos tenemos, o nos creamos, para darle una orientación a nuestros quehaceres, algo por lo que nos levantamos, algo por lo que esperamos tal día, el siguiente mes, el fin de año; paliativos que animan y encausan nuestros pensamientos y nuestras acciones, y sin los cuales, sencillamente, no podemos seguir.
Cuando digo vivir normalmente también pienso en un servirse benéficamente de la memoria. Una carga de recuerdos estimulantes que nos inspiran en el presente, no que nos frenan o nos lastiman con esa sensación de que todo lo que hemos hecho ha estado mal, de que en todo nos equivocamos. No es una cuestión lógica, repito, es una sensación, como una punzada constante.
Nos dormirmos tratando de pensar cuándo fue la última vez que nos sentimos felices. Nos despertamos con una oración: tal miedo nos da abrir los ojos. Otra vez lunes, y otra vez martes. No sabemos -¡de verdad no sabemos!- qué hacer de eso que el sol indica que es un nuevo día.
Vivir normalmente. Cuando digo esto pienso en esas aspiraciones necesarias que todos tenemos, o nos creamos, para darle una orientación a nuestros quehaceres, algo por lo que nos levantamos, algo por lo que esperamos tal día, el siguiente mes, el fin de año; paliativos que animan y encausan nuestros pensamientos y nuestras acciones, y sin los cuales, sencillamente, no podemos seguir.
Cuando digo vivir normalmente también pienso en un servirse benéficamente de la memoria. Una carga de recuerdos estimulantes que nos inspiran en el presente, no que nos frenan o nos lastiman con esa sensación de que todo lo que hemos hecho ha estado mal, de que en todo nos equivocamos. No es una cuestión lógica, repito, es una sensación, como una punzada constante.
Nos dormirmos tratando de pensar cuándo fue la última vez que nos sentimos felices. Nos despertamos con una oración: tal miedo nos da abrir los ojos. Otra vez lunes, y otra vez martes. No sabemos -¡de verdad no sabemos!- qué hacer de eso que el sol indica que es un nuevo día.
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